Después de tanto tiempo esperándolo... ¡tenemos desayuno en la cafetería de la residencia! Se acabaron las bolsas colosales de comida que me hacen plantearme dejar los estudios y ponerme a hacer un mercadillo en cualquier plazoleta. Voy a tener comida hasta el juicio final. Y la verdad es que se agradece mucho porque si tengo ganas de comer algo entre horas es genial.
La clase de hoy la ha realizado el profesor Kawano Satoshi y trataba sobre el Monte Asama y el templo Kongoshi. Ha empezado la clase realizado una introducción sobre las religiones que conviven en Japón, algo que sorprende a cualquiera teniendo en cuenta el currículum que existe en algunos países. En porcentajes aproximados el 55% de la población es sintoísta, el 35% es budista y el 3% práctica cristianismo (el sobrante forma parte de otras religiones).
El nombre de Asama (朝熊) es la fusión de los kanji de Mañana + Oso. ¿Por qué? No se sabe el motivo, quizás es porque antiguamente vivían osos por la zona. La verdad es que nos hemos pasado casi toda la visita preguntando si habían osos por los alrededores. El lugar se encuentra a 35 minutos en autobús y mide 2.568 metros de altura. Es considerada una de las cien montañas más importantes de Japón.
Una vez terminamos la primera clase nos fuimos en autobús hacia el monte Asama donde nos esperaba uno de los responsables del templo para guiarnos. Para empezar, hemos visitado el museo, donde había piezas muy valiosas (estatua de Jizō Bosatsu del período Kamakura, espejos del período Heian, una katana de Minamoto Yoshimoto...).
A continuación, hemos visitado el templo Kongôshô-ji (金剛證寺), uno de los templos budistas más bonitos que he visto en toda mi vida. Fue fundado por el monje Kôbô Daishi (774-835) en el año 825 bajo la doctrina del zen Rinzai. Ésta se caracteriza por rendir culto tanto a Buda como a Amaterasu Ôkami.
Después de subir una escalinata y cruzar la puerta central (las cuales están vigiladas por dos demonios impresionantes) te encentras con la estampa más bonita que me he encontrado hasta ahora: un estanque y un pequeño puente rojo (Taikobashi). Lo más curioso es que justo delante del puente rojo hay un tori (símbolo sintoísta). A continuación, nos encontramos con otras escaleras que nos llevaron a la entrada del edificio principal. Fuimos muy afortunados y nos dejaron entrar dentro con la condición de no hacer fotos.
Una vez terminamos de visitar el edificio principal, continuamos subiendo para visitar la zona que más respeto me causó: un camino lleno de tablas funerarias. Me ha llamado la atención las que tienen escrita el kanji de pescado (魚). La verdad es que causaba mucha impresión y respeto pasar por aquel lugar. Además, el frío no acompañó durante la visita, buscando desesperadamente zonas soleadas para darnos un poco de calor.
A pesar del frío que pasamos, el lugar nos pareció una auténtica maravilla, envuelto de naturaleza y en medio de la montaña. ¡Merece la pena visitarlo aunque te tengas que desviar un poco de la ciudad!
A la hora de comer nos hemos ido a un buffet libre donde yo no he podido comer mucho. Estaba tan nerviosa que no podía hablar y/o comer en condiciones. El pobre Tamada-san pensaba que me dolía la barriga (algo normal en mí), pero es que lo paso realmente mal cuando tengo que hablar en japonés.
Por la tarde, decidí ir por mi cuenta a Lala park a tomarme un frapuccino de sakura y comprarme un termo de sakura. ¡Me encanta haber podido venir en esta época para hacerme con estos productos!
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