Os prometo que una de las peores cosas que me han pasado en esta vida es pasar mucha hambre. Por eso, siempre he odiado las clases por la mañana, porque soy de esas personas que no pueden desayunar (ya que no tengo apetito y si como sin ganas, me sienta muy mal). Así que tenía que ir a base de caramelos o conguitos para matar el hambre que tenía a la hora de estar en clase. Cuando en 4rto de Historia me dijeron que las clases eran por las tardes, me sentí la persona más feliz del mundo. Y ahora con el máster, sigo siendo igual de feliz, porque todas mis clases son a partir de las 16 o las 17 de la tarde.
Pero... ¡Ha ocurrido algo terrible! Me enfrento ante una nueva amenaza con la que pensé que nunca me iba a encontrar y que me iba a afectar tanto. Se llama: Alimentación en Asia Oriental y es una asignatura que realizo en la UOC. Hasta ahí todo bien. El problema llega cuando empiezo a leer el temario y me dispongo a buscar información para realizar los trabajos. Es como si mi estómago suplicase comida de una forma tan agresiva que no puedo resistir la tentación de levantarme para "picar" algo. Hasta ahí parece todo bien. El problema llega cuando miras sobre la mesa y ves que prácticamente has arrasado con tus reservas de patatas, pipas y dulces (por ahora llevo 2 napolitanas de chocolate, media bolsa de patatas, media bolsa de pipas y media botella de Nestea... sin contar lo que he comido al medio día). Y encima se está acercando la hora de cenar y el estómago sigue pidiéndote comida. ¿Por qué? ¡Llevo todo el día comiendo!
En fin, me temo que voy a tener paciencia con esta asignatura, ya que me quedan pocas páginas para acabarla. Eso sí, ya puedo ir olvidándome de la operación bikini. ¡Lo mío es la operación tortilla de patatas, que es como va a quedar mi cara con tanta comida!
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