lunes, 9 de febrero de 2009

Y el tiempo va pasando...

Me gustaría que el tiempo se detuviera en el momento en el que Kero correteaba por casa. Quizás eran felices (¡o no, porque era un puro nervio!), pero hace unos días podía asegurar que Kero estaba por aquí  que notaba su pequeño cuerpecito en mis brazos. En cada rincón podía verlo corretear y jugar. Ahora, poco a poco, el tiempo va pasando y se va convirtiendo en un recuerdo. Kero no está y no volverá nunca. Ya no volverá a aparecer en mi vida. Simplemente, a medida que van pasando los días su presencia se va alejando de mi.

Cuando llega la noche es el peor momento. Es cuando pienso "Buf... otro día ha pasado". No quiero que pase el tiempo. No quiero llegar al punto de ir olvidando todas las sensaciones que sentí con Kero, convirtiéndose en recuerdos. A veces tengo la sensación de que quizás fueron imaginaciones mías y el corto periodo que estuvo Kero fueron un sueño. ¿Qué me demuestra que ha estado conmigo estos pocos meses? ¿El dolor? ¿Las lágrimas? ¿Las fotografías? Yo quiero sentirlo, abrazarlo con todas mis fuerzas y pedirle que no se vaya nunca más.

Intento con todas mis fuerzas esforzarme y seguir hacia adelante. Pero no puedo evitar desear que se detenga el tiempo. Que no avance para que Kero no se convierta en un recuerdo. Cuando termine los exámenes habrán pasado unos 5 meses. Cuando me vaya a Japón habrán pasado 6 meses. ¿Cómo estaré en ese momento? ¿Seguiré llorando la muerte de Kero? ¿Seguiré maldiciendo su muerte? Me da rabia no poder sentir ningún tipo de remordimiento, no poder pensar "¿Y si...?" porque no pueden existir. Sé que hice lo correcto, pero también sé que si tuviese que volver hacia atrás no estaría tan segura de repetir mi decisión.

Lo que tengo claro y siempre voy a tener mascotas. Mi vida siempre estará acompañada de los gatos. No voy a tener muchos, pero si que tendré uno o dos. Por ahora, Carlos y yo sabemos que tendremos a Kero (el negro o el segundo) y una gatita blanca que iremos a adoptar en cuanto tengamos nuestro piso y que se llamara Nara.

¡Tengo que ser fuerte!

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