Como grandes aficionadas a los viajes, Jud y yo decidimos realizar un pequeño viaje a Florencia y Pisa desde el 11 hasta el 13 de Marzo. Este pequeño viaje nos iba a ayudar a volver a estar juntas unos días como hicimos en París, en Japón y en Salamanca. Así que una vez supe los días que tenía de fiesta en el trabajo nos pusimos en la página de Ryanair y compramos los billetes sin dudar.
Cuando llegó el día de salida habíamos dormido 3 horas aproximadamente (consiguiendo yo dormir un rato en el avión). Una vez llegamos al aeropuerto, optamos por cambiar de planes e ir directamente al hotel, el cual se encontraba en Florencia. Así que al llegar al B&B de Paolo da Firenze nos dedicamos a tomarnos las cosas con calma y relajarnos. Dimos una vuelta por los alrededores (comprando en una tienda de manga próxima los dos tomos que quería de "La luce della luna" de Saki Hiwatari) y fuimos a cenar a un japonés malísimo. Como teníamos hambre, al principio nos parecía pasable. Pero al ir probando platos nuevos, el asco nos fue invadiendo. Por suerte, el helado de fresa estaba riquísimo y era lo único que se salvaba de la cena.
Al día siguiente, una vez descansadas, nos dirigimos a visitar la ciudad de Florencia. El centro histórico de la ciudad es magnifico gracias a su maravillosa arquitectura y su cantidad de museos (los cuales decidimos no visitar a pesar de ser conscientes de que eran muy interesantes).
Nuestro primer destino fue el Duomo (o la Catedral de Santa María del Fiore), donde destaca la cúpula. Pensábamos que no nos dejarían entrar dentro porque habían unos guardias en la entrada. Intentamos entrar por otro lugar, pero era para acceder a una zona pagando (cosa que nos obligó a retroceder). Finalmente, decidimos volver más tarde, visitando otros lugares.
Nuestro primer destino fue el Duomo (o la Catedral de Santa María del Fiore), donde destaca la cúpula. Pensábamos que no nos dejarían entrar dentro porque habían unos guardias en la entrada. Intentamos entrar por otro lugar, pero era para acceder a una zona pagando (cosa que nos obligó a retroceder). Finalmente, decidimos volver más tarde, visitando otros lugares.
A continuación nos dirigimos hacia la Piazza della Repubblica y al Palazzo Strozzi. De esta forma, casi vimos toda la parte del centro histórico de Florencia para antes de comer. Así que, después de hacernos la foto con el cerdo de Florencia, nos hemos ido a comer.
Acto seguido, nos hemos ido hacia la Piazza della Signiora y el Palazzo Vecchio, donde había una réplica de la estatua de David de Miguel Ángel, entre otras impresionantes esculturas (como la de Poseidón).
Después nos hemos dirigido hacia el Ponte Vecchio y al Palazzo Pitti (donde un chico se ha estampado contra el suelo). Hemos descansado un poco antes de regresar al centro de la ciudad y tomarnos un helado. Como todos los que me comería después, el mío era de: frutas del bosque, pistacho y avellanas. ¡Que rico estaba!
Para cenar, compramos en el McDonald's nuestra cena y decidimos regresar al hotel para comer con la calma (y con asco, porque las patatas fritas frías están malísimas).
A la mañana siguiente, decidimos levantarnos temprano para ir hacia Pisa. La única forma posible de ir era en tren, así que decidimos comprar el billete de ida (después yo compraría el de vuelta). Una vez llegamos allí, cogimos un autobús que nos dejó cerca de la Piazza del Duomo.
Después de pensarlo mucho, decidimos subir en la Torre de Pisa a pesar de su elevado precio (18€ ni más ni menos). Pero al estar seguras de que no íbamos a regresar y de que la torre cada vez se inclina más, llegando el momento en el que sería imposible subir, decidimos aprovechar el momento. Además, como no habíamos ido a ningún museo, eso que nos habíamos ahorrado.
La subida y la bajada fueron un auténtico espectáculo. ¡Se notaba perfectamente la inclinación! Además, yo no paraba de repetir "Tranquila, que ya queda poco". Una vez arriba nos hicimos muchas fotos y aprovechamos para charlar con algunas japonesas (pero ellas no querían nada con nosotras... *sigh*).
Por supuesto, una vez bajamos nos hicimos fotos "aguantando" la Torre de Pisa. Lamentablemente, con la cámara no salió ninguna decente. No hay ninguna que de la sensación de que estoy aguantando la Torre (igual que ocurre con las fotos de Jude), así que me conformo con ésta que parece que estoy señalando la parte más elevada.
Después de comer y de visitar paradas, hemos intentado volver a tiempo de ver la famosa puesta de sol en la Piazzale Michelangelo. Pero como íbamos un poco tarde, hemos preferido dar vueltas por el centro y comernos un helado (por supuesto, he repetido con el sabor de frutas del bosque, pistacho y avellana).
Después de pasar una mala noche (acompañada de una repugnante cena congelada), nos hemos levantado algo enfadadas con los pequeños detalles que nos ha ofrecido el hotel. Para empezar, hacía algunos días que no teníamos wifi y nuestros vecinos no paraban de hacer ruido. Por suerte, ese iba a ser el último día y yo me encargué de dejar una nota de "agradecimiento" al dueño del B&B.
Tal como habíamos planeado, fuimos al centro y compramos los últimos recuerdos y el último helado del viaje (como no, volví a repetir sabores...). Y antes de coger el avión, nos hemos quedado a comer en el aeropuerto, donde la comida era pasable.
A pesar de las cosas malas (como la comida), el viaje me pareció fantástico y me encantó pasar unos días con mi Jud.
Acto seguido, nos hemos ido hacia la Piazza della Signiora y el Palazzo Vecchio, donde había una réplica de la estatua de David de Miguel Ángel, entre otras impresionantes esculturas (como la de Poseidón).
Después nos hemos dirigido hacia el Ponte Vecchio y al Palazzo Pitti (donde un chico se ha estampado contra el suelo). Hemos descansado un poco antes de regresar al centro de la ciudad y tomarnos un helado. Como todos los que me comería después, el mío era de: frutas del bosque, pistacho y avellanas. ¡Que rico estaba!
Para cenar, compramos en el McDonald's nuestra cena y decidimos regresar al hotel para comer con la calma (y con asco, porque las patatas fritas frías están malísimas).
A la mañana siguiente, decidimos levantarnos temprano para ir hacia Pisa. La única forma posible de ir era en tren, así que decidimos comprar el billete de ida (después yo compraría el de vuelta). Una vez llegamos allí, cogimos un autobús que nos dejó cerca de la Piazza del Duomo.
Después de pensarlo mucho, decidimos subir en la Torre de Pisa a pesar de su elevado precio (18€ ni más ni menos). Pero al estar seguras de que no íbamos a regresar y de que la torre cada vez se inclina más, llegando el momento en el que sería imposible subir, decidimos aprovechar el momento. Además, como no habíamos ido a ningún museo, eso que nos habíamos ahorrado.
La subida y la bajada fueron un auténtico espectáculo. ¡Se notaba perfectamente la inclinación! Además, yo no paraba de repetir "Tranquila, que ya queda poco". Una vez arriba nos hicimos muchas fotos y aprovechamos para charlar con algunas japonesas (pero ellas no querían nada con nosotras... *sigh*).
Por supuesto, una vez bajamos nos hicimos fotos "aguantando" la Torre de Pisa. Lamentablemente, con la cámara no salió ninguna decente. No hay ninguna que de la sensación de que estoy aguantando la Torre (igual que ocurre con las fotos de Jude), así que me conformo con ésta que parece que estoy señalando la parte más elevada.
Después de comer y de visitar paradas, hemos intentado volver a tiempo de ver la famosa puesta de sol en la Piazzale Michelangelo. Pero como íbamos un poco tarde, hemos preferido dar vueltas por el centro y comernos un helado (por supuesto, he repetido con el sabor de frutas del bosque, pistacho y avellana).
Después de pasar una mala noche (acompañada de una repugnante cena congelada), nos hemos levantado algo enfadadas con los pequeños detalles que nos ha ofrecido el hotel. Para empezar, hacía algunos días que no teníamos wifi y nuestros vecinos no paraban de hacer ruido. Por suerte, ese iba a ser el último día y yo me encargué de dejar una nota de "agradecimiento" al dueño del B&B.
Tal como habíamos planeado, fuimos al centro y compramos los últimos recuerdos y el último helado del viaje (como no, volví a repetir sabores...). Y antes de coger el avión, nos hemos quedado a comer en el aeropuerto, donde la comida era pasable.
A pesar de las cosas malas (como la comida), el viaje me pareció fantástico y me encantó pasar unos días con mi Jud.
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